Chatarra

Este proyecto de dibujo, realizado totalmente con lápiz azul sobre papel y en un formato unificado de 50 x 50 cm. cada pieza, trata de poner el enfoque en el consumo excesivo en el que nos encontramos inmersos, lo que nos lleva a la situación de sobreexplotación de los recursos del planeta y, por consiguiente, al daño, en ocasiones irreparable, al medio ambiente. Lo que hoy es chatarra, lo que tiramos y se amontona porque ya no nos sirve, es lo que no hace tanto tiempo era el último modelo, lo que más brillaba, aquello por lo que habríamos hecho cualquier cosa por conseguirlo. Es una manera también de dejar ver el círculo vicioso de "consumir para tirar para consumir para tirar" en el que nos hallamos. Paralelamente, también podría haber una segunda lectura en estas piezas, entendiéndolas como una metáfora sobre el paso del tiempo.

 

 

Yo he visto a un hombre llorar al despedirse de su coche de toda la vida, en el que durante 40 años ha llevado y traído a su hija discapacitada. “Has hecho un buen servicio, Kit”, le dijo a la máquina que le había servido fielmente durante esas cuatro décadas.

 

El hijo de aquel hombre acordó en secreto con la nueva dueña regalarle el coche, porque no valía más que para el desguace, y le rogó hacer la pantomima de entregar un sobre con 300 euros, que al hombre le supo a poco. Tenía 82 años y ya no podía conducir, pero le advirtió a la nueva propietaria: “Si lo tratas con cariño, te va a durar otros 40 años.

 

Pero ya no tratamos a los coches con cariño. Ya no hacemos una fiesta cada vez que nos compramos uno, ni lo lavamos con esmero los sábados. Ni siquiera tenemos ese pañito para sacar brillo al salpicadero. Ahora el ‘carwash’ se encarga de todo. Porque ya no tenemos tiempo. Gastamos el poco que nos queda del trabajo, los colegios, las clases de inglés y las fiestas-selfie en bucear en internet buscando viajes ganga, viendo cómo se visten los demás y lo bien que se lo pasan, mientras nos carcomemos pensando que nuestro coche ya tiene cuatro años y hay que pensar en cambiarlo. Plan renove lo llaman.

 

Estos autos viejos que con tanta maestría retrata Paco Mármol en sus dibujos no son objetos inanimados. Si se fijan, podrán descubrir ojos cansados en sus faros; sonrisas desdibujadas en el guardabarros y cataratas en los abismos de los pilotos automáticos ausentes.

He aquí la memoria sentimental de nuestras vidas. Como le sucedía a Scrooge, las obras de Paco nos llevan a un pasado feliz, en el que un viaje en el Seiscientos representaba la promesa de un amor adolescente; el paseo en el viejo tractor con el abuelo se antojaba una aventura y tu primer triciclo te hizo sentir como la reina de la velocidad por las calles del barrio.

 

Eso que los sesudos señores de la RAE bautizan como antropomorfismo, apenas existe ya. Por el camino del progreso hemos perdido un poquito de humanidad y una pizca de esa fantasía que nos permite conferir propiedades humanas a los objetos.

 

Y la consecuencia, lógica, directa, ineludible, es que cada vez compramos más y más coches, más y más móviles, electrodomésticos, aparatos inservibles y cachivaches varios, en un furor infinito que no consigue llevarnos al éxtasis prometido por los anuncios.

 

El planeta está lleno de objetos que no le sirven a nadie. Las toneladas de basura hace tiempo que se convirtieron en un problema. Y nuestro modo de vida desapegado, ansioso, competitivo, nos lleva al desastre, si nadie para este tsunami que se originó vaya usted a saber cuándo, pero que amenaza con tragarnos a todos y convertir los mares en plástico y las montañas en chatarra.

 

Por eso la labor de Paco Mármol obligándonos a abrir los ojos y contemplar la catástrofe es tan necesaria como placentero es admirar su maestría y la precisión en el trazo de su lápiz

 

Este no es un viaje sentimental. No es un ‘Cuéntame’. Esta exposición es una señal de alarma. Somos yonkis del consumo. Y no parece que haya suficientes clínicas de desintoxicación para encerrarnos a todos.

 

Mabel Caballero, gestora cultural
Del texto para la exposición

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